Desprecio, decadencia, venganza y estilo.
Ha procurado que el maquillaje sea notorio, sin llegar a ser demasiado, no se puede decir lo mismo del escote, desea que ese sea el destino de las miradas. Entra al restaurante, está nerviosa, pero controlada, ocupa su lugar en la mesa y pide una bebida, algunas horas después, algunos tragos más, algunas personas menos en el lugar y ella sigue esperando, algunos animales nocturnos están destinados a estar solos.
El segundo largometraje de Tom Ford traza líneas paralelas de técnica y estilo entre las que se desarrolla una historia compleja de drama y suspenso con una muy buena estructura que recuerda al mejor estilo de Hitchcock.
Nocturnal Animals cuenta la historia de Susan Morrow (Amy Adams), una exitosa galerista de Los Ángeles, que se encuentra atrapada entre un presente cargado de frustración, desencanto y decadencia y las consecuencias por las decisiones erróneas del pasado.
Si bien el diseñador de modas tiene una breve carrera como director de cine, ya podemos hablar de un estilo propio y particular, la edad y su experiencia dentro del mundo del espectáculo se notan en la soltura con el que se mueve detrás de la lente.
La dirección de arte y fotografía viven en una comunión absoluta dentro de esta película sin falla, que si bien es un ejercicio visual casi perfecto, destaca por elementos como la música y el montaje que se vuelven esenciales para contar la historia.
El elenco encabezado por Adams y complementado por Jake Gyllenhaal, Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson, no podía ser mejor, cada uno entrega actuaciones que marcarán un antes y después en sus carreras, sin embargo sobresale Gyllenhaal al que se le siente cómodo con el drama y los personajes complejos.
Una última mirada en el espejo confirma las sospechas, el labial es demasiado, pero el escote es perfecto, han sido muchas noches en soledad.