Logan

Logan

Cuando los superhéroes ya no son cosa de niños o porqué el buen cine no depende de la clasificación.

La historia se remonta al que ahora parece un lejano 2005; Christopher Nolan cambiaría para siempre la forma en la que se hacían las películas de superhéroes, su interpretación de Batman se alejaba radicalmente de las versiones casi satíricas de Tim Burton; el realismo dramático y hasta político del londinense destronó a la gastada fantasía oscura del californiano, inaugurando de paso una nueva tendencia.

Ya entrados en la época del cine  de secuelas, precuelas y spinoffs, casi ninguna producción aprendió la lección de Nolan, algunas como X-Men, ya tenían un largo camino avanzado sobre el que sería difícil retroceder, otras como Avengers, consideraron seguir haciendo las cosas como se hasta entonces se hacían con tal de no sacrificar el tan respetado y redituable público infantil.

Pero en la vida como en los cómics, el verdadero aprendizaje viene de quien rompe las reglas, como lo haría la película Deadpool, en el 2016, contra cualquier repercusión económica, la decisión del estudio fue serle fiel al personaje, sin importar que la clasificación fuera para mayores de 15 años, los efectos se vieron en la taquilla a reventar.

Y de ahí en adelante los estudios se han arrepentido hasta la eternidad de haber cancelado el apoyo a proyectos como Las Montañas de la Locura, que hubiera dirigido Guillermo del Toro, con el simple pretexto de la clasificación.

Aprendida la lección, el director James Mangold aplicó sus conocimientos en el manejo del drama, no por nada es el director de Walk the Line, y reinterpretó el legado mutante más popular de los Hombres X, en su segunda oportunidad para abordar la historia de Wolverin, ahora en el capítulo final con Logan.

El asunto no sólo se torna más dramático y violento, en lo tocante a la estética, el retrato de un futuro decadente y polvoriento es más cercano a la visión de Mad Max de George Miller que a la de un superhéroe en con mallas y capa surcando el cielo azul de una metrópoli ultra civilizada.

Realismo, drama, ciertos tintes políticos y una historia verosímil, que deja más preguntas que respuestas, son los elementos que hacen de esta cinta el cierre perfecto para la saga y sienta la bases para continuar la franquicia desde otros ángulos en los que importa más contar un buena historia, que complacer a los fans o a los niños.

 

 

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